El maravilloso mirador Las puertas del sol
Ningún punto más bello en Lisboa para contemplar el barrio de la Alfama que el mirador Las puertas del sol (Miradouro das Portas do Sol).
Desde allí se toman las fotografías más tradicionales de la ciudad: postales que recorren el mundo con tan imponente panorámica. Está ubicado en una de las siete colinas que se elevan a la orilla del Tajo y ofrece una sucesión de terrazas y explanadas perfectas para sentarse a descansar y observar el paisaje.
Arriba funciona un bar con mesas y sillas, donde se puede pedir alguna bebida o algún plato simple. El menú no es demasiado amplio, pero está perfecto para las circunstancias. Los precios no son baratos por una cuestión lógica, pero tampoco están excedidos. El mirador está abierto durante todo el año.
Desde la altura se ve en todo su esplendor el edificio del Museo de Artes Decorativas, el castillo de San Jorge y la iglesia São Vicente de Fora, construida en el siglo XVII, uno de los más representativos ejemplos de la arquitectura manierista de Portugal y panteón de la mayor parte de los reyes y reinas de la Casa de Braganza. Allí mismo hay emplazada una estatua de San Vicente, con la celebración de un barco con dos cuervos, los símbolos de Lisboa.
Por las noches, la vista es igual de impresionante. Las luces de la ciudad iluminan las fachadas históricas, la perspectiva es única. Se ven los techos y las terrazas que, obviamente, los ciudadanos de a pie no tienen posibilidad de contemplar. La fisonomía de Lisboa cambia completamente, al punto que se convierte en una ciudad distinta.
En la terraza superior es común encontrar artistas callejeros, especialmente músicos que interpretan canciones tradicionales a cambio de algunas monedas. Se escucha mucho fado, aunque también hay quienes rescatan algunos clásicos internacionales para hacer sentir a los turistas en sus propios países.
Quienes quieran acercarse al mirador pueden tomar el tranvía 28, que pasea por toda la ciudad y permite subir y bajar a conveniencia. Este tranvía es toda una experiencia turística en sí mismo. Hace más de un siglo que recorre la Alfama de colina a colina por sus estrechas calles con ropa tendida y flores en los balcones.
Foto vía: mrsteelshots
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