El Convento de los Capuchos, en Sintra
A ocho kilómetros de Sintra se alza el Convento de los Capuchos, un edificio humilde construido con piedra, donde los monjes franciscanos, en el siglo XVI, hacían culto del alejamiento de cualquier objeto material. La fisonomía del lugar es similar a la de una casa pequeña, muy distinta a la imponente arquitectura de palacios y fortalezas característica en todo Portugal.
Los franciscanos tomaban como principio religioso la vida en la extrema pobreza, incluso hasta poner en riesgo su propia vida. Este convento fue el espacio donde se congregaban a meditar, rezar y sufrir dolorosas penitencias, algunos guardaban silencio durante meses enteros, otros llegaban a flagelarse.
La casa está ubicada en medio de un jardín frondoso, con árboles y arbustos que rodean todo el lote. Actualmente está bastante bien cuidado por las visitas turísticas, pero en el año 1560, cuando abrió sus puertas, la vegetación avanzaba sin freno; lógicamente, nadie se preocupaba por su mantenimiento.
El Convento de los Capuchos fue construido por Alvaro de Castro, a pedido de su padre João de Castro, quien en vida siempre deseó un lugar de estas características. Según las crónicas históricas, eligió las sierras de Sintra porque representan un lugar misterioso, a resguardo de las grandes ciudades y, fundamentalmente, tranquilo. En un primer momento, fueron ocho los monjes que habitaron el convento, todos ellos llegaron desde el Convento de Arrábida, aunque estaba previsto recibir doce, ya que se construyeron doce celdas.
La entrada del edificio está constituida por dos grandes bloques de piedra y una escalera simple. En la primera sala, a la derecha, hay un pequeño espacio en honor al Senhor dos Passos, decorada con azulejos que representan escenas del Vía Crucis: la flagelación, la corona de espinas y la crucifixión. Hacia la izquierda se extiende un pasillo oscuro que lleva hasta la iglesia y a la Sala do Coro Alto, donde se entonaban los cánticos de celebración de la misa. Extrañamente, la ornamentación está trabajada en mármol, único material que se aleja de la pobreza y la humildad que buscaban los monjes.
Detrás de la iglesia están las celdas donde dormían: huecos tallados a mano en la roca, donde sólo entra una sola persona y sin poder estirarse por completo. Era una cuestión de código interno. Las reglas eran verdaderamente arduas.
El Convento de los Capuchos estuvo habitado hasta mediados del siglo XVIII; el Estado se hizo cargo a principios del XX, pero fueron necesarias obras profundas de mantenimiento, recién en el 2001 fue abierto como destino turístico.
Llegar hasta el edificio es muy simple, incluso se puede ir caminando, el sendero, que comienza en Sintra, está perfectamente señalizado. También hay autobuses privados que están constantemente en movimiento. El horario de visita es de 10:00 a 18:00. La entrada tiene un costo de cinco euros.
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